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El Mundo Traza una Línea Roja: China No Tiene Legitimidad sobre la Sucesión del Dalái Lama

En un momento donde la historia del Tíbet se escribe con resistencia y dignidad, la comunidad internacional ha vuelto a lanzar un mensaje contundente hacia Beijing: la espiritualidad no puede ser legislada por el autoritarismo. Esta semana, una coalición de expertos, académicos y líderes tibetanos ha reafirmado una verdad que incomoda profundamente al régimen chino: el Partido Comunista de China (PCCh), un gobierno autoproclamado ateo, carece de cualquier legitimidad moral, histórica o legal para interferir en el proceso de reencarnación de S.S. el Dalái Lama.

La discusión, que ha cobrado fuerza en los últimos días tras diversos foros internacionales y reportes desde Dharamshala, pone en el centro del debate la obsesión de Beijing por controlar “el alma” del Tíbet tras la eventual partida de su líder espiritual. Para nosotros, como activistas y defensores de los Derechos Humanos, esta no es solo una cuestión religiosa; es una batalla por la supervivencia de la identidad de un pueblo.

La estrategia de China es clara: esperar el fallecimiento del actual XIV Dalái Lama para imponer un sucesor títere, leal al Partido, intentando así legitimar su ocupación ilegal. Sin embargo, la respuesta desde el exilio y desde las democracias libres es unánime. Como bien señalan los expertos, permitir que un régimen opresor elija al líder de una fe que intenta destruir sistemáticamente es, en palabras llanas, un absurdo histórico. Desde Chile, nos sumamos a este llamado global: el futuro del budismo tibetano pertenece exclusivamente a los tibetanos.

La Obsesión del Control: Ateísmo legislando sobre lo Divino

Recientemente, panelistas internacionales y miembros de la comunidad en el exilio debatieron sobre este punto crítico. La ironía es palpable: ¿Cómo puede un régimen que etiqueta la religión como “opio del pueblo” y que destruye monasterios, reclamar la autoridad para identificar a un alto lama reencarnado?

La respuesta radica en el miedo. La figura de Su Santidad representa la unidad y la resistencia pacífica del pueblo tibetano. China sabe que mientras exista una Administración Central Tibetana democrática y un liderazgo espiritual legítimo, su control sobre la región nunca será absoluto.

Los expertos han calificado las leyes chinas sobre la reencarnación (específicamente la “Orden No. 5”) como una herramienta de represión política disfrazada de gestión administrativa. Esta normativa intenta secuestrar una tradición de siglos para convertirla en un instrumento de propaganda estatal.

La Postura del Exilio y el “Camino del Medio”

Frente a la provocación, la postura tibetana se mantiene firme y serena. El propio Dalái Lama ha declarado en repetidas ocasiones que si su reencarnación ha de servir a la causa del Dharma y de los seres sintientes, es lógico que renazca en un país libre, fuera del control de China, para poder continuar su obra inconclusa.

Es fundamental recordar que la propuesta tibetana sigue siendo el Camino del Medio. No se busca la confrontación violenta ni la separación extrema, sino una autonomía genuina que garantice la protección de la cultura, la lengua y la religión tibetana. Sin embargo, Beijing responde a esta mano extendida con más control y vigilancia, demostrando su falta de voluntad para resolver el conflicto de manera pacífica.

Desde Amigos del Tíbet – Chile hacemos un llamado a nuestros seguidores y a la comunidad latinoamericana a no caer en la narrativa de desinformación de Beijing. La sucesión del Dalái Lama es un asunto exclusivamente religioso, y defender su independencia es defender la libertad de conciencia de toda la humanidad.

Fuente original: Phayul Newsdesk