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Cómo Beijing construyó una industria armamentista para rivalizar con Occidente

En el complejo tablero de la geopolítica mundial, la capacidad de una nación para defenderse y proyectar poder es fundamental. Durante décadas, la narrativa sobre el poderío militar de China venía acompañada de un asterisco: su dependencia de la tecnología extranjera. Sin embargo, un reciente análisis profundo revela un cambio de paradigma que no podemos ignorar. En 2016, Beijing lanzó un conglomerado aeroespacial masivo, la Aero Engine Corp. of China (AECC), con un mandato desafiante: desarrollar motores de aviones de primera línea, una tecnología que el gigante asiático había luchado por dominar durante mucho tiempo. Menos de una década después, los resultados son tangibles y preocupantes para el equilibrio global; los nuevos cazas furtivos de Beijing están entrando en servicio impulsados por lo que los funcionarios llaman “corazones chinos”, es decir, motores fabricados indígeneramente.

Este progreso marca un hito en la búsqueda de China por forjar una industria de armas digna de una potencia global en ascenso. La realidad es aleccionadora: Beijing no solo está produciendo sus propios armamentos, sino que está vendiendo más al extranjero, situándose ahora como el cuarto mayor exportador de armas del mundo, solo detrás de Estados Unidos, Francia y Rusia. En ciertas tecnologías militares, China parece estar igualando a los principales productores de armas e incluso tomando la delantera en áreas críticas como los misiles hipersónicos.

Para el líder chino Xi Jinping, la capacidad de producir armamento avanzado es un elemento clave en su visión de hacer que su país sea menos dependiente del mundo exterior, un argumento central para prevenir que las naciones occidentales encierren a China en lo que él denomina un “estrangulamiento estratégico”. Este éxito estratégico coloca a China en una posición más fuerte para librar una guerra en caso de un conflicto entre superpotencias. Sin embargo, analistas y funcionarios occidentales señalan que China también ha cerrado brechas tecnológicas mediante el espionaje y la ingeniería inversa ilegal de equipos importados, utilizando “todos los trucos del manual” para acelerar su ascenso.

De la dependencia a la autosuficiencia estratégica

Hace dos décadas, China importaba más armas que cualquier otro país, confiando en naciones como Rusia y Francia para obtener aviones de guerra y sistemas de defensa aérea. Incluso llegó a cerrar tratos para comprar hardware militar a EE. UU. en la década de 1980. No obstante, la participación de China en las importaciones mundiales de armas ha caído significativamente, saliendo de los 10 principales compradores del mundo en años recientes.

El Partido Comunista de China ha anhelado la autosuficiencia militar desde que tomó el poder en 1949. Un punto de inflexión fue el embargo de armas occidental tras la mortal represión de las protestas de la Plaza de Tiananmen en 1989, un trágico evento que recordamos constantemente al abogar por los Derechos Humanos, y que complicó la tarea para Beijing, forzándolos a acelerar su desarrollo indígena.

Los analistas afirman que China ahora puede producir la mayoría de las tecnologías militares que necesita. El Ministerio de Defensa chino sostiene que sus programas de armas están totalmente destinados a “salvaguardar la soberanía nacional, la seguridad y los intereses de desarrollo”.

Espionaje, reestructuración y “Corazones Chinos”

El camino hacia la independencia no ha estado exento de controversia. En la década de 1990, China compró cazas rusos Sukhoi-27 y los sometió a ingeniería inversa para crear su propia versión, el J-11, lo que provocó acusaciones de copia ilegal por parte de conglomerados de defensa rusos. Además, funcionarios estadounidenses han revelado ciberataques chinos destinados a robar secretos en tecnología aeroespacial. Un caso notable ocurrió en 2016, cuando un ejecutivo de aviación chino se declaró culpable en EE. UU. de conspirar para robar datos sobre cazas furtivos y transportes militares.

Paralelamente, Beijing reorganizó su industria de defensa, fusionando empresas estatales para crear gigantes como el mayor constructor de barcos del mundo y la mencionada AECC. AECC impulsó la colaboración en investigación con universidades chinas y utilizó inteligencia artificial para acelerar el diseño de motores, superando problemas históricos de empuje insuficiente y baja confiabilidad.

Avances visibles: Cazas y Portaviones

Los frutos de esta estrategia son visibles en el arsenal actual:

  • El caza furtivo J-35: Un equivalente aproximado del F-35 estadounidense, ahora está equipado con motores de fabricación china y diseñado para misiones de combate aéreo y ataque a superficie con baja firma de radar.
  • El portaviones Fujian: El tercer y más nuevo portaviones de Beijing es el primero diseñado y construido completamente en China, contando con catapultas electromagnéticas, una mejora marcada respecto a sus predecesores basados en diseños soviéticos.
  • Exportaciones probadas en combate: En una escaramuza entre Pakistán e India, se reportó que cazas J-10 de fabricación china, operados por Pakistán, derribaron aviones indios, marcando la primera victoria aérea conocida de un jet chino contra un caza occidental.

Aunque expertos señalan que los motores estadounidenses siguen siendo “un orden de magnitud mejores” en términos de confiabilidad y durabilidad, reconocen que los ingenieros chinos están trabajando rápido y mejorando constantemente.

Frente a este escenario de militarización creciente, desde nuestra organización reafirmamos la importancia de soluciones pacíficas y el diálogo. La visión de S.S. el Dalái Lama y la Administración Central Tibetana nos recuerdan que la verdadera fortaleza reside en la compasión y el respeto mutuo, abogando siempre por el Camino del Medio como la ruta hacia la armonía y la resolución de conflictos.

Fuente original y datos extraídos del informe: Wall Street Journal